¡Tengo una bala en la recámara!

Sigo teniendo una bala en la recámara,
por si decides aparecer en mi cama.

Siempre que vuelves,

te vas,

tú eres como esa ola que viene una vez

y a la siguiente ya eres capaz de esquivarla,

el problema es que aún sigo sin saber como evitarte

a ti y a tus miradas, llenas de locura

y a tus caderas que ilógica mente son mi única cura.  

El problema no es perderse en el laberinto,

el problema es encariñarse con sus paredes

aún sabiendo que tienes que salir de ahí.

Tú eres ese rompecabezas,

al que por más que busques siempre le falta una de sus piezas,

aquel que no sabes si tirarlo

o guardarlo y seguir buscando,

hazme caso por más que busques,

algo que nunca existió, es imposible de encontrar.

Sabes yo intenté buscar el recuerdo de tus caricias

y me di cuenta de que eran ficticias,

intenté buscar el recuerdo de tu amor,

y lo único que encontré fue un vacío lleno de dolor.

Tu profunda mirada,

nunca me dijo nada,

tus infinitas piernas,

nunca me invitaron a quedarme,

tus rojizos labios,

nunca me parecieron lo suficientemente sabios.

Cada vez que me daba la vuelta

me apuñalabas otra vez más,

cada vez que te besaba

me envenenabas un poquito más.

Quizá debería superarlo,

pero conllevaría olvidar lo

y por consecuencia repetirlo

y yo a mi corazón ya no puedo vendarlo...
porque está lleno de heridas,
gracias a que tú decías que me querías.

Ahora solo se llorar

todo porque tú nunca cumpliste la promesa de que siempre me ibas a amar.