desenfrenada

El insomnio me hizo su prisionera
por perderme en tu cadera
y esconderme tras la lengua
que besaba mi entrepierna.

No tienes porque saber dibujar
cada centímetro de mi piel a la perfección,
déjame enseñártela,
tómate el tiempo que necesites para estudiarla
y quererla así como es,
porque,
hagas lo que hagas no va a cambiar.

Recuerdo cuando mis huesos deseaban morder los tuyos,
esa necesidad de vencer a lo imposible
y rehacer los momentos
en que tu lengua se sumergía en mi cadera.

Aún siendo los dos fuego,
conseguimos quemarnos
con sólo el roce de nuestras pieles,
y las quemaduras,
pequeño amante,
tardan su tiempo en curarse
necesitan su tiempo,
aunque a veces el tiempo se convierte en algo tan eterno,
como la misma infinitud.

Quererte entre mis piernas
se ha convertido en un incendio,
el mismo que ha conseguido quemar mi fuego
y apagar mis llamas.